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LA EDUCACIÓN



No existe una fórmula mágica de la felicidad ni la prosperidad. Todo depende del esfuerzo que vamos impregnando a los trabajos y quehaceres del día a día y de la preparación académica básica y, superior para algunos (para todos debería ser).



En este país, no podemos esperar casi nada del Estado, ni la educación pública es gratuita, nada es gratis. Detrás de la gratuidad existen varias exigencias pecuniarias como requisito principal para seguir en carrera.

La mejor opción es la preparación en todos los sentidos, para desenvolverse con soltura en los diferentes ámbitos  y espacios laborales. La preparación académica es la base del éxito, el peldaño inicial para ingresar al campo que uno elija para su futuro y poder actuar con solvencia  sin olvidar las constantes capacitaciones.

Este es un ideal de pensamiento porque la persona culta tiene delicadeza, ética, dignidad, responsabilidad y criterio serio que honra a su profesión. Sin embargo los oportunistas que no han pasado por la educación básica ni superior no pueden diferenciar oportunidades de corrupción. La educación es uno de los factores que más influye en el avance y progreso de personas y sociedades. Además de proveer conocimientos, la educación enriquece la cultura, el espíritu, los valores y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos.

Nos quejamos de las autoridades corruptas y carentes de moral. Pero si no impulsamos una educación en valores desde la casa no podemos pretender ningún cambio, en ésa situación no tendríamos autoridad moral para pretender exigir del otro.

Si retomamos los valores más sensible de la convivencia humana cambiaremos nuestra comunidad, nuestro país. Queremos una educación de calidad para alcanzar mejores niveles de bienestar social y de crecimiento económico; para nivelar las desigualdades económicas y sociales; para propiciar la movilidad social de las personas; para acceder a mejores niveles de empleo; para elevar las condiciones culturales de la población; para ampliar las oportunidades de los jóvenes; para vigorizar los valores cívicos y laicos que fortalecen las relaciones de las sociedades; para el avance democrático y el fortalecimiento del Estado de derecho; para el impulso de la ciencia, la tecnología y la innovación.

Atrás quedaron los tiempos en que se consideraba a las erogaciones en educación como un gasto. En la actualidad, el conocimiento constituye una inversión muy productiva, estratégica en lo económico y prioritaria en lo social. Solamente por el camino de la educación podemos salir de la pobreza e ingresar al fascinante mundo del desarrollo. Así podremos al fin tener autoridades que lleven las riendas del país con honestidad, transparencia y buena gestión, que no se vuelvan locos por el dinero y el poseer sino que piensen en su pueblo que los votó.

Por Abog. Beatriz Morel.
EDITORIAL EDICION 112