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NUESTRA NAVIDAD

Semanas atrás, las cigarras anuncian, con su ronco y estridente chirriar, la cercanía de las fiestas de fin de año. Desde semanas antes, el paso de los días es un permanente esperar, lleno de ansiedad y esperanza. Es la Navidad paraguaya.


La Navidad paraguaya es colorida y fragante. Aromas de melones, mangos, naranjas, aratiku, guavirá, yvaviju, parrales, piñas y un sinfín de frutos de la tierra, sin olvidar las sandías, los melones, los zapallos y las calabazas, que desparraman sus fragancias dando el marco oloroso, saludando al Niño siempre bienvenido.

Es tan característica nuestra Navidad... Tan diferente en su forma y tan igual en su esencia a otras Navidades. A Navidades de otras latitudes. 

LO MÍO ES TUYO

La Navidad es una antiquísima festividad cuyo origen arranca de cuando el hombre aún vivía en las cavernas y -en el hemisferio norte- esos días eran tiempos duros: el inclemente invierno lo cubría todo con su manto de nieve. Las ventiscas obligaban a la gente a refugiarse en las oquedades y demás refugios. 

Para sobrevivir, la gente solo tenía un arma, un recurso: la solidaridad. Un mendrugo de pan, un pedazo de carne, una fruta o una bebida reconfortante eran bien recibidos y agradecidos. Estas costumbres siguieron en la memoria colectiva. Por eso, la Navidad es tiempo de dar, de darse el uno al otro; de compartir, de estrechar vínculos...

NAVIDAD DE FLOR DE COCO 

En nuestro medio, esa manera de festejar la Navidad, simbolizada en un tierno Niñito pesebrero, caló hondo, porque hay elementos que, también, desde siempre estuvieron vigentes en las expresiones culturales de nuestra gente: las duras condiciones de supervivencia de un pueblo con una incipiente agricultura, como eran las naciones guaraníticas, dependían del jopói, de la solidaridad, para salir adelante.


Nada se podía si no era junto con los demás.

Echar montes, abrir abras, cultivar, cazar, recolectar... Y ni qué decir, defenderse de pueblos hostiles. La gran diferencia es que en estas latitudes, el clima es benigno -muy benigno..., hasta la exageración si se quiere- y la Naturaleza pródiga:

Pasado el tiempo de Karai Octubre, la tierra se muestra generosa, estallando en oro: los rubios penachos de los maizales, las fragantes flores de cocoteros llenan de aroma diciembre y enternecen el alma.

Y quién más, quién menos, abre su corazón al prójimo, estrechando lazos y testimoniando sus sentimientos fraternales.

ÁRBOL DE LA ESPERANZA

En nuestras Navidades el símbolo no es el abeto ni alguna otra conífera. Es otro árbol, bien diferente, de tallo desmesurado y de copa empenachada, de dorada floración, de frutos generosos, cuyas espinas le dan un aspecto fiero, aunque la realidad es otra. 

Es tan generoso ese árbol, que no solo nos brinda el alma navideña. Da forrajes para los animales, troncos para edificaciones -y hasta para techados-, fibras para cordeles y hamacas, pulpa para harina, aceites, jabones y un sinfín de otras ventajas. 

Es el cocotero. En estas fiestas findeañeras, está bien que nos prodiguemos en generosidades, pero no depredemos tanto. 

No abusemos tanto con el tema de la flor de coco para aromatizar nuestro entorno. 

Tengamos en cuenta que el cocotero es un árbol generoso y que salvó al paraguayo en muchas circunstancias difíciles. Y de la flor sale el fruto y del fruto sale el aceite... o -ahora- el biodiesel. 

Cuidémoslo, pues su condición de alternativa energética puede ayudarnos a solucionar ingentes problemas; especialmente uno, que es clamor de mucha gente: trabajo.