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Los pecados de la tía Luci


Este relato está 
emocionante y divertido.

La tía Luci seguía muy enferma después de recorrer por varios años los hospitales y llenarse la cabecera de su cama de medicamentos. Entrar a la pieza de la tía Luci era como entrar a una farmacia vieja con algunos medicamentos ya vencidos. Esta pobre mujer ya pasada en años logró sobrevivir gracias a la bondad infinita del universo Creador.

Ella sentía dolor en todo el cuerpo, adelgazó rápidamente ya que expulsaba todo lo que comía, aparentemente estaba deshidratada, lo sé, ¡estaba deshidratada!, lo escuché de mi sobrina cuando el caso de su amiga cuando abortó su misión en un momento menos esperado de su floreciente juventud. La amiga de mi sobrina, aparentemente presentaba los mismos signos de sequedad en los labios, ojos hendidos, orejas transparentes, nariz caída y un rostro poco prolijo. Así mismo estaba la tía Luci, cada vez empeorando su situación. Así como le veía estaba más hacia allá que, hacia acá.

Recorrió cuanto payecero había en el pueblo, fue también a la iglesia con unas señoras que le hacía vibraciones del alma con un alambre y, ese alambre le diagnosticaba en un lenguaje apócrifo que pronunciaba una, la otra interpretaba y una tercera mujer escribía. Me daba la impresión que las tres mujeres devotas de Dios, les hizo pasear a la tía Luci que llegó junto a Jesucristo e inmediatamente expulsada a la tierra, nuevamente.

La abuela le decía que estaba sufriendo por sus muchos pecados, que debería dejar ir los fantasmas que le atormentan para poder liberar su alma y descansar en paz. Pero, ella se rehusaba a descansar “esa paz”, por eso me pidió que fuera junto a la curandera “Ña Pastora” para recibirla. Lo que la tía quería era alguna poción mágica que le haga levantar de su catre, ella no podía sostenerse sola en pie, su cuerpo esquelético y un protuberante abdomen, sólo ella sabía lo que sentía y padecía. Decidí hablar con Ña Pastora y organicé una cita en su consultorio (una cabaña con pared de adobe y techo de paja).  Llevé a la paciente al “consultorio” y tuve que entrar con ella…

… El lugar era tormentoso y desesperante, como una sucursal del infierno. Tuve mucho miedo y Ña Pastora se dio cuenta, trató de tranquilizarme y no logró, entonces inmediatamente comenzó la sesión con la tía Luci que estaba como agonizando. La curandera trajo en una palangana algo que humeaba y olía a bosta de vaca, el ritual fue el mismo procedimiento que hacen los sacerdotes cuando inciensan el altar. Luego le pasó un vaso con un líquido verdoso y le dio de tomar. Ella tomó unos tres traguitos, al instante le dio una diarrea de inframundo, asquerosamente podrida y sin poder creer. Enseguida y, como por arte de magia abrió los ojos y empezó a recordar su juventud, no antes de dejar más o menos limpio el desastre creado. Había sido que la tía Luci era una verdadera cabra perrísima con todos en el pueblo, la mejor amazona, le decían. Todos la preferían, sin importar la edad avanzada o los de la mejor virilidad, ella disfrutó su juventud a su manera, en ese momento confesó todo, su relato me dio escalofrío y una sensación de alivio por lo que le hice el otro día al comisario con su soldadito.

Ella dijo más o menos esto:
“No podría hacer una lista ni especificar la cantidad de oxígeno tragado (hombres en su vida), pero habrá quedado una minoría de menores de edad que no probé. Una mañana, al fotógrafo le hice tres click en el establo de su padre. Al comisario monté con las esposas puestas en el calabozo frente a sus diez ebrios detenidos. Al periodista le arañé la espalda y le dejé como una hoja de diario, casi enloqueció de pasión, éste me pidió que lo hiciera a diario. Al cocinero del bar le mandé usar su negra espátula, varias veces. Don Germán que vende aceite a menodeo le pedí que trajera una botella llena de aceite y derramara por mi cuerpo desnudo, eso fue a orilla del arroyo sobre la blanca arena, don Germán se deslizó encima de mis curvas aceitadas, fue para él una fantasía cumplida antes de morir. Un abuelo que todos los días iba a su chacra con su yunta de bueyes en el carro viejo, como de costumbre, le esperé de tardecita cuando volvía, los bueyes ya sabían del ritual dentro, fuera y debajo de la carreta, incluso encima de los bueyes, el abuelo era un viejito mañero. En las fiestas de los sábados y en las matinés de los domingos, me ponía mi vestidito azul de razo con manga abullonada, mi peinado inflado con rodete y, mostraba mis finas y largas piernas para que lo disfrute quienes quisieran.”

En fin, tantas otras cosas interesantes relató la tía Luci y que no se puede contar aquí, por eso dejo a tu imaginación lo demás. La tía Luci, después de contar su historia erótica con los hombres del pueblo reaccionó positivamente, se liberó de la carga de sus pecados confesando a una curandera y frente a mí. Creo que iba a ser mejor si lo hacía con un cura, los curas son autorizados para perdonar pecados.

Luego, increíblemente se levantó sola y salimos caminando del consultorio de la bruja. Me puse contenta por ella, porque quería saber más, aprender de ella cosas del corazón y del sentimiento, quería preguntarle tantas cosas que se me cruzó por la cabeza, pero un tractor amarillo venía a toda velocidad y nos atropelló a las dos, la tía Luci se llevó la peor parte. Ya en el hospital se produjo su deceso y los médicos diagnosticaron muerte por COVID-19.

Esta historia fue enviada por una lectora de la Revista DE PRIMERA MANO. Agradecemos su colaboración.