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Guitarra y cassette


Una historia de amor y seducción.

A Fer le gusta viajar y lo hacía siempre que podía. Es más, en la flor de su juventud viajaba casi cada fin de semana, casi siempre sin compañía. Ése era el motivo de su viaje, era antisocial y sin amigos, entonces viajaba y creaba un mágico mundo en su imaginación. Salía de su casa sábado temprano y regresaba domingo de tardecita-noche.

Cuenta que, en uno de sus viajes de larga distancia, regresó el mismo día de llegada porque el ambiente a donde fue era muy aburrido, en la casa había mucho grito de animales y niños, eso le desesperó y decidió abortar la estadía. Fernanda se despidió de todos y, todos estaban extrañados por su pronto regreso, ese día ella estaba realmente aburrida y vacía. Fer, no siempre era aburrida y vacía porque una vez que comenzaba a charlar era muy divertida, eso creo. Es más, es extrovertida, pero muy en el fondo porque nadie notaba. Había alguien más en ella que quería salir a divertirse, pero ella no dejaba.

Así que salió a la ruta, hizo la parada a un bus, éste paró y abordó. El bus estaba lleno, muchos pasajeros parados y malhumorados, y ella se identificó con ellos. Para colmo, el conductor les obligaba a pasar más al fondo, de tal manera a que siga subiendo más personas a bordo. Era increíble cómo un bus de larga distancia alzara tantos pasajeros, si aún faltaba unos 400 km aproximadamente para llegar a destino.

Ese día todo era muy raro, Fer no sonrió durante todo el día porque estaba enojada por todo lo relatado, y era tardecita cuando abordó un bus lleno de personas malhumoradas y pensó… ¿este es el fin de mis solitarios viajes? Se estaba cansando de esta rutina sin siquiera encontrar placer en ello. Me decía que, para ella era placentero viajar sentada en un cómodo asiento, auricular en sus oídos, escuchando música clásica. Este viaje era lo opuesto, le daban ganas de llorar, estaba con la cara por el suelo.

¡Y sigue el conductor mandándoles más al fondo! Ella estaba absolutamente enfurecida y sin paz. Visiblemente enojada por la situación y con ganas de bajarse en cualquier ciudad por el camino, pero siguió. Se quedó aguantando por si alguien bajara antes que ella, para usar su asiento, pero nada…

De repente, escucha una voz que desde abajo: ¿te peleaste con tu mamá? La misma frase escuchó repetidas veces, pasaron unos minutos cuando se dio cuenta que un joven sonriente la miraba con sus ojos color café claro, pelo liso y claro, dentadura perfecta y volvió a decir, esta vez, mirándola fijamente ¿te peleaste con tu mamá para venir? Ella quedó muda, no sabía qué responder, luego como un galán de telenovela se levantó y le ofreció su asiento. Fer, toda estúpida le dijo: “no gracias” sabiendo que sus piernas estaban apunto de acalambrarse por los zapatos de tacos altos que ese día se le ocurrió ponerse. Pero él insistió y ganó. Le dio su asiento y pidió como un favor que, le llevara su guitarra y, ella con gusto sostuvo en sus manos su instrumento y, por largo tiempo, es decir el tiempo que duró el viaje.

Comenzaron a charlar y a conocerse (les dije que Fer era extrovertida y simpática). Contaba que, el regresaba ese sábado por cuestiones de entregas de trabajo en la Universidad de Ingeniería, fue tan amable todo el camino que ella no sintió cansancio por el incómodo viaje (claro que la señorita estaba sentada). Llegaron ya de noche a la parada final de ese bus, él a su destino, ella debía tomar otro bus para seguir viajando unas 4 horas más. El guitarrero acompañó a la dama a la ventanilla para adquirir un pasaje, pero la más próxima salida era unas 4 horas más tarde.

Aprovecharon el tiempo y fueron por un café, tomaron, pero aún quedaba muchas horas de espera, entonces él invitó a Fer a conocer su departamento en donde vivía con un amigo estudiante de otra carrera, pero que compartían para pagar el alquiler.

En cinco minutos llegaron, su compañero de cuarto no estaba y se pusieron cómodos. El era un artista a parte de ser caballero, galán, elegante, educado y muy amable. Se sentó en una silla, manipuló una radio grabadora en donde cargó un cassette y comenzó a cantar temas románticos que ella no conocía en principio, pero los otros repertorios se le hicieron conocidos y habituales. Grabó para su nueva amiga, en vivo un cassete lleno, ambos lados y le regaló. Debían regresar a la terminal de buses, pero, antes de partir, él la abrazó y ella temblaba completamente entregada, sin defensa y sin oponer resistencia. Nadie cuánto tiempo pasó, pero al abrir sus ojos estaban frente a frente con las bocas pegadas uno al otro.

Ella despertó como de un sueño y dijo, “vamos ya…” él con su acostumbrada sonrisa le acompañó a la parada, sin antes intercambiar números de teléfonos. Fue una gran aventura que continuó por varios años, fue una relación de amor intenso, maravilloso y que marcó la vida de ambos. Lo que iba a ser su último viaje, se convirtió en un pasatiempo constante de ir, venir y esperar, por fin Fer encontró el placer que buscaba. Decía que era su oxígeno y lo aprovechó al máximo, ese oxigeno lo tenía muy dentro todo el tiempo que podía, fueron los años más increíbles de sus vidas.

Los varios encuentros fueron como el de Adán y Eva en el paraíso, ambos creyeron que iba a ser eterno, estaban seguros, pero, con el paso de los años aprendieron que la distancia no es amiga del amor. Perdieron contacto por un periodo de tiempo, tiempo suficiente para que él saliera y se enamorara de otra chica. Él mismo le contó y le aseguró que se sintió abandonado y que encontró una chica interesante para formar familia con ella.