La palabra dada
Ante de las escrituras, incluso no hace mucho, en la época de nuestros abuelos, la palabra era ley, era sagrada y de cumplimiento obligatorio. La conciencia así distinguía y las personas actuaban en consecuencia. Respetar la palabra dada era sinónimo de ser buena persona, respetada y que respeta. Simbolizaba el señorío, la reputación y lo más sagrado y valioso que posee.
Y hoy... ¿qué valor tiene la palabra? poco a poco se va perdiendo ese valor tan importante que tiene la palabra. Con el tiempo fue reemplazado por la forma escrita, por la firma y por los testigos, ya que las palabras lo llevan el viento y para obligar al cumplimiento se tiene la firma y como si eso fuese poco con número de documento, de tal modo que no pueda escaparse de su responsabilidad. Nos quedamos muy lejos de aquella realidad original.
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Otro tema muy incómodo suele ser la cuestión del “garante” que por confianza la persona firma un papel para que el crédito sea posible al amigo o familiar pero, resulta que a los pocos meses la deuda no es satisfecha y corre por cuenta del garante, es una trampa legal que queda a cargo del co-deudor solidario. Con estos sencillos ejemplos, llegamos a la conclusión de que no podemos confiar más en la “palabra” tan superficial que hoy día se practica. La palabra ha perdido su valor y cada quien busca su conveniencia a costa de “todo”.
![](https://3.bp.blogspot.com/-Z9jbt9OaCv0/WxBBfi4_zoI/AAAAAAAABpg/_qr4wppA8rIiqfNJqowEmM732XfGM5BqwCLcBGAs/s320/el%2Bvalor%2Bde%2Bla%2Bpalabra_thumb%255B1%255D.jpg)
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