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EXCUSAS

Edición 131
REVISTA DE PRIMERA MANO

¿Cuántas veces has pospuesto una actividad con la justificación más original? ¿Alguna vez creaste la mejor excusa para saltarte tu rutina de ejercicios? ¿Qué tal esa excusa que diste para seguir comiendo chocolates?

Todos los humanos tenemos cierta tendencia a justificar aquellas acciones que deben ser cambiadas con alguna original excusa que nos haga sentir mejor. Nuestro cerebro es una máquina de creatividad cuando se trata de inventar excusas, y lo peor es que creemos que son ciertas.

Conocer algunas de las excusas más comunes, es la mejor herramienta para ganar la batalla y lograr tomar acción. ¿Quieres saber cuáles son o lo vas a dejar para luego?
Típico.
Te has propuesto empezar el hábito de hacer ejercicio. Estás muy entusiasmado porque sabes que es bueno para tu salud y para librarte de esos kilos de más. Compraste ropa deportiva nueva para tener motivación extra y te apuntaste en un gimnasio que queda cerca de casa. Estas totalmente decidido.

Tienes el plan perfecto: Después del trabajo, me cambio y voy directo al gimnasio por lo menos unos 30 minutos.

Como lo dicho, llegas del trabajo después de un día muy muuuuy estresante. Tienes tu ropa deportiva a la vista como recordatorio de tu sesión de ejercicio. Llego el incómodo momento de tomar acción.
Te sientes tan cansado, que te dices a ti mismo: “Me recostaré en el sofá solo un momento para cargar mi energía y entonces poder ir al gimnasio”.

Pasan algunos minutos y tú cerebro empieza a pensar en la mejor excusa para posponer esa sesión en el gimnasio: “Hoy estoy muy cansado, tuve un día pesado y si voy al gimnasio seguramente mañana me encontraré aún más exhausto”

A esa excusa la sigue esta, solo para darle más credibilidad a la anterior:  “Lo mejor es que me recupere hoy y mañana tendré mucha energía para el gimnasio. Sí, mejor mañana…»
¿En serio crees que mañana será diferente?…

Cuando tratamos de formar y mantener hábitos, buscamos alguna justificación para no cambiar y mantener este hábito en particular durante esa situación particular.

Las cosas se complican porque el cerebro se vuelve cada vez mejor en dar excusas. Creando una cadena interminable entre una y otra.

Sin embargo, la buena noticia es que, si identificamos cuales son estas excusas, podemos rechazarlas y tomar acción.

¿Por qué tenemos esta tendencia de posponer?
Gracias a nuestro cerebro tenemos la capacidad de crear planes, recordar, tomar decisiones, sentir, etc. Se trata de nuestro mejor aliado para enfrentar la vida y sobrevivir, pero a veces parece como si fuera nuestro propio peor enemigo

Enfrentar la incomodidad que el cambio implica es difícil para nuestro cerebro. Por eso, continuamente posponemos esta situación con excusas bastante “racionales” convenciéndonos a nosotros mismo de que no es el mejor momento para tomar acción.

El cerebro humano es tan perezoso a la hora de incorporar un nuevo hábito que de plano nos engañará a fin de posponerlo, este se llama efecto Zeigarnik

Dejar inconclusa una actividad genera una carga de culpa y decepción. Tu cerebro guarda esta información negativa, tomándola en cuenta en el futuro.

Lo mismo ocurre a la inversa: al completar una tarea con éxito el cerebro, logra guardar esta información como positiva (vale la pena recordar en el futuro). Y como puedes ver, esto influye en tu decisión a la hora de empezar una tarea nueva. Ese registro positivo impulsa el empezar y continuar una actividad.
 


Esta es la verdad detrás de tus excusas
Queremos gratificación instantánea. Descansar en el sofá es más cómodo en este momento que salir a hacer ejercicio. Ver correo o Facebook es más fácil ahora, que hacer ese proyecto que has estado posponiendo. Comer  chocolate es más sabroso en este momento, que comer una ensalada de verduras.

Tememos miedo a algo. Miedo a no hacerlo correctamente, miedo a fracasar, a lo desconocido y el más importante miedo a no lograr terminar con éxito. Eso nos hace querer posponerlo, haciendo algo sencillo y seguro en su lugar.

Posponer algo es fácil: No hay consecuencias negativas inmediatas. Seguramente vamos a pagar por ello más tarde, pero por ahora, nada malo pasará. Es muy fácil saltarte esa actividad, permanecer en esa zona de confort y ahorrarte el dolor de no haberla concluido.

Sobreestimar nuestra productividad futura. Tenemos una larga lista de cosas que planeamos hacer, y pensamos que está bien posponer las cosas, porque vamos a hacerlo más tarde y aún mejor que ahora. Creemos que seremos increíblemente productivos y estaremos mucho más concentrados en otro momento, que ahora mismo.
Pero cuando llega ese futuro seguimos sin poder acabar, o peor aún sin lograr comenzar.
La recompensa es todavía inalcanzable. Lograr tener el cuerpo que quieres, no se logrará con una sesión de ejercicio. Es la constancia lo que genera la recompensa. Pero en este momento aún está lejos de tu alcance inmediato. Por el contrario, posponer el tomar acción conlleva una recompensa inmediata.

Y la lista puede seguir… pero, el verdadero problema es que creemos en nuestras propias excusas.
Entonces, ¿cuál es la solución a este problema?

La única solución para dar marcha al cambio e incorporar en tu vida los hábitos correctos, no es la motivación, ni la recompensa, es simplemente tomar acción constante y reconocer cuando esas excusas están apareciendo.