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EDITORIAL


 Se puso de moda el BICENTENARIO

Abog. Beatriz Morel.

Reviste una gran importancia para todos nosotros la conmemoración de los 200 años de la Independencia del Paraguay. Esta historia nos permite descubrir nuestra propia identidad y tratar de ir ocupando un lugar en el mundo globalizado. Lastimosamente, hay una serie de realidades que estamos manejando últimamente con respecto a la honestidad y transparencia del Gobierno paraguayo. 

Nos invade la informalidad y la improvisación y, son ellos los encargados de los festejos culturales, educativos y artísticos para las celebraciones del Bicentenario de nuestra rotura de cadenas. Resulta claro que las desprolijidades del gobierno nacional surte un efecto negativo y hasta podría producir una nube gris en el pueblo seguido de una laguna mental en los protagonistas organizadores, porque como si no pasara nada, estos hombres representantes del pueblo actúan con la misma sonrisa petrificada de antaño. 

Entiendo que hará falta realizar una excelente difusión respecto a las programaciones festivas de tal manera a que todo el pueblo dentro de una organización o no podamos participar y amar más a nuestro país, no sólo haya exigencia para los niños y jóvenes estudiantes que, generalmente se pasan bostezando de aburrimiento. Que las celebraciones sean dinámicas y creativas para que el niño y el joven aprendan a la vez nuestra historia y valorar de verdad el concepto real del BICENTENARIO y que no piensen que es una mera moda. 

Sería decepcionante que una fecha central en nuestro calendario nacional fuera recordada en medio de la controversia generada por la torpeza, la improvisación y la poca transparencia administrativa de unas autoridades posiblemente más concentradas en lucirse individualmente, que en dar todo de sí para que las paraguayas y los paraguayos recordemos por muchos años un evento fundamental en el desarrollo del proceso histórico de la República. Hagamos que el Bicentenario del Paraguay, se colme de buenas acciones, de una renovación espiritual, mental. No podemos festejar el bicentenario si no nos liberamos de las ataduras de la ignorancia, la mentira, el robo, la delincuencia, los crímenes, las infidelidades, la deshonestidad, en fin se alarga la lista, pero estoy segura que el lector aumentará de acuerdo a su propio criterio. 

Que todos enseñemos lo bueno de la vida y que está escondido en el respeto, en el saludo cordial, en la amabilidad y en cultivar los valores espirituales teniendo como espejo a sus propios padres. Reviste una gran importancia para todos nosotros la conmemoración de los 200 años de la Independencia del Paraguay. Esta historia nos permite descubrir nuestra propia identidad y tratar de ir ocupando un lugar en el mundo globalizado. Lastimosamente, hay una serie de realidades que estamos manejando últimamente con respecto a la honestidad y transparencia del Gobierno paraguayo. 

Nos invade la informalidad y la improvisación y, son ellos los encargados de los festejos culturales, educativos y artísticos para las celebraciones del Bicentenario de nuestra rotura de cadenas. Resulta claro que las desprolijidades del gobierno nacional surte un efecto negativo y hasta podría producir una nube gris en el pueblo seguido de una laguna mental en los protagonistas organizadores, porque como si no pasara nada, estos hombres representantes del pueblo actúan con la misma sonrisa petrificada de antaño. 

Entiendo que hará falta realizar una excelente difusión respecto a las programaciones festivas de tal manera a que todo el pueblo dentro de una organización o no podamos participar y amar más a nuestro país, no sólo haya exigencia para los niños y jóvenes estudiantes que, generalmente se pasan bostezando de aburrimiento. Que las celebraciones sean dinámicas y creativas para que el niño y el joven aprendan a la vez nuestra historia y valorar de verdad el concepto real del BICENTENARIO y que no piensen que es una mera moda. 

Sería decepcionante que una fecha central en nuestro calendario nacional fuera recordada en medio de la controversia generada por la torpeza, la improvisación y la poca transparencia administrativa de unas autoridades posiblemente más concentradas en lucirse individualmente, que en dar todo de sí para que las paraguayas y los paraguayos recordemos por muchos años un evento fundamental en el desarrollo del proceso histórico de la República. Hagamos que el Bicentenario del Paraguay, se colme de buenas acciones, de una renovación espiritual, mental. 

No podemos festejar el bicentenario si no nos liberamos de las ataduras de la ignorancia, la mentira, el robo, la delincuencia, los crímenes, las infidelidades, la deshonestidad, en fin se alarga la lista, pero estoy segura que el lector aumentará de acuerdo a su propio criterio. Que todos enseñemos lo bueno de la vida y que está escondido en el respeto, en el saludo cordial, en la amabilidad y en cultivar los valores espirituales teniendo como espejo a sus propios padres.